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Lunes, 05 Junio 2017 00:37

El odio diario

Frente al efecto cosificador de la mirada, el tacto nos proporciona la oportunidad de comprobar que el otro no es objeto sino sujeto y esto cambia dramáticamente la relación entre los individuos” Quim Pujol

 

Discursos domésticos, precarios, ruinosos y fanáticos son celebrados en una fiesta de tinte televisivo-teatral, en una dramatización de la relación social entre personas de misma clase (o estrato económico-material) que sospechan unas de otras cuando en verdad, juntas, se revuelcan en sus miserias diarias, miserias que los unen, miserias que los aglutinan en una masa uniforme que poca conciencia tiene de sí. Todos ellos mantienen una relación de intimidad. La intimidad en Diarios del odio se comparte por la piel, una piel que chorrea la desgracia de tener que eternizar el movimiento continuo, el trabajo enajenado. Todos un poco zombies.

Somos humanos, somos seres vivos que deseamos tocar y ser tocados. Ensayamos la vida diaria todos juntos y nos desplegamos intensamente en la separación de unos con otros.

En Construir al enemigo, gran texto de Umberto Eco, el autor afirma “desde el principio se construyen como enemigos no tanto a los que son diferentes y que nos amenazan directamente (…) sino a aquellos que alguien tiene interés en representar como amenazadores aunque no amenacen directamente, de modo que lo que ponga de relieve su diversidad no sea su carácter de amenaza, sino que sea su diversidad misma la que se convierta en señal de amenaza.” Y podemos saber que de ello padecemos los Argentinos de la década de “esos hijos de puta”, discursos públicos y mediatizados del odio privado y doméstico que corroen la utopía de los Derechos Humanos, pero no sólo su utopía, sino toda posibilidad de funcionamiento de los mismos.

Fui a ver Diarios del Odio estando recientemente separada, un matrimonio quebrado. Haciendo la cola para ingresar al Centro Cultural Paco Urondo me encontré con el mejor amigo de mi ex junto a su preciosa novia, un dúo con el cual disfrutaba mucho de compartir veladas de a cuatro. Cruzamos unas palabras, un tacto suave, una mirada ¿cómo estás Jose? lloré…

El tránsito diario es así, nos unimos, construimos una monstruosa intimidad con un otro, creamos un cotidiano junto a una persona que desconoceremos por siempre y un día, eso se acaba. Todo cotidiano tiene fin, así haya durado 12 años o haya sido un lapsus unos pocos meses o años. Del modo en que se anuncien los momentos finales, y también de lo construido, dependerán los restos que nos queden, las ruinas de un pasado abruptamente pasado.

Cuando el pasado es pasado, lo es sin lugar a dudas. Y las palabras pronunciadas tiempo atrás, quizás incluso esas que notificaban las rupturas y grietas sociales, resuenan por siempre en un eco atormentante. Y las palabras pronunciadas con odio, resuenan más aún.

Los ecos del desborde, de la discusión, la violencia ejercida en el cuerpo y con el discurso excesivamente veloz, sonoro e hiriente, son las partes centrales de la historia de los hombres, del amor y su contrapartida, el odio.

Hablo de mi separación no sólo para ser autorreferencial y autobiográfica que son aspectos editoriales que nos interesan aquí y también son modos de hacer discurso que están de moda. Sino también para someterme a una autocrítica personal que ponga en jaque los niveles de ensimismamiento a los que puedo llegar en ciertas condiciones. Para tratar de ver qué tienen que ver las separaciones con los discursos mediáticos que abren grietas, las palabras con el odio, la danza con la política, mi vida privada con mi ser espectador, los espacios de denuncia con la biografía y las palabras avergonzantes que pude decir yo y ha dicho el otro, que dije y que no dije también, que otros dicen y a mí me enfurecen.

 

“No sos vos, soy yo.”

La enunciación de la percepción del vínculo puede ser demoledora.

Formas claras de señalar-subrayar-apropiarse de la otredad, un otro que se construye en uno por la intolerancia que genera verlo diferente. Intolerancia que deviene violencia y que activa los despliegues discursivos del odio, de la discriminación injustificada, de la humillación pública de quien sea que no sea como algún Yo quiere que sea. Odio no es rechazo, no es limite al otro y no es final, es un modo de estrechar vínculos unos con otros.

 

“En todo estás vos”

La fusión de los cuerpos por el color que los tiñe aparece en una obra que no vi pero conozco porque he leído acerca de ella. Paradójicamente se titula Declarando Amor y es de Javier Vaquero y Aimar Pérez, creo que fue estrenada en 2010. Sobre el final de la pieza, cuando los intérpretes ya han demostrado su capacidad de vivir-crear momentos de intimidad en escena (cosa que bien sucede en los Diarios del odio), se bañan uno a otro con pintura rosa, se tiñen “de lo mismo” y este devenir mismo color es un gesto de amor, una declaración de sentimientos positivos, quizás porque el color del amor suave es el rosa y quizás por el modo en que se tocan uno a otro. En Diarios del odio este teñido colectivo de los cuerpos, esta cromaticidad común que se expande y uniforma las pieles, hace identidad colectiva y se construye con el color de la pasión y la guerra: el rojo. La danza se convierte en un proceso de pintada color-odio-común y factor común de ser odiado y ser odiante que también tiñe los cuerpos de la misma cosa.

 

“Preferiría no hacerlo”.

Las discusiones en torno a la muerte del autor, la disolución del valor creativo inmanente a toda práctica de escritura encuentra aquí en estos Diarios un refugio, un recinto donde elaborarse y cobrar forma. Muchas veces escuché interpretar estas teorías como una suerte de desaparición o disolución del autor como agente del texto y ente firmante. Cuando se habla de muerte del autor, se habla del fin del paradigma de la escritura entendida como creación en términos de absoluto. En esta dirección, las formas de reescritura vienen a abrir (y retomar, ya que históricamente la escritura se ha basado en la actividad incesante de copia y reescritura y comentario de textos que alguna vez habrían sido originales, en algún tiempo, en algún soporte…) la posibilidad del uso y abuso del texto del otro.

El discurso del otro, que puede ser cualquiera (puede ser tu propio amor) en los Diarios del Odio firmados por Roberto Jacoby y Syd Krochmalny se reponen bajo un velo que oculta, al tiempo que evidencia, la posición política de quienes los reescriben. Esta colección de discriminaciones virtuales (tomadas de los comentarios de los lectores de Clarín y La Nación), hace funcionar palabras que enuncian el asco que unos se tienen a otros desde las diferentes perspectivas que se perciben entre sí. Entonces, en esta comunidad de hombres recelosos, ya no va más el “no sos vos, soy yo”. Ahora “sos vos, no soy yo”. Para hacer teatro ya no es por condición sine qua non el recrear un texto dramatúrgico original y bailar ya no implica el despliegue de virtuosismos corporales. Ni teatro ni danza, escritura que discurre entre palabras que no le pertenecen a ninguno de los allí presentes (o quizás sí a varios). Dicha la palabra creada la sospecha. Una obra que calla para dejar que otros hablen por ella.

Y parece que así vivimos, odiando al de al lado, alimentando con distintos estímulos nuestro odio diario. Separándonos unos de otros. Prefiero verte revolcándote en tu propia mierda antes de ver en vos a otro capaz de pensar diferente, otro independiente, otro libre (incluso de mí).

 

Este comentario fue escrito a partir de la función de Diarios del odio, ofrecida el Sábado 6 de Mayo en Centro Cultural Paco Urondo

Ph. Tomada de la página https://www.facebook.com/investigaciones.escenicas/

FICHA: ACTUÁN: Marcos Arriola, Marcio Barceló, Eva Calderone, Augusto Chiappe, Tomás Deías Spreng, Julián Dubié, Juli Hadida, María Jesús González, Ramiro Guggiari, Rodrigo Hache, Hugo Martínez, Javier Olivera, Juanse Rausch, Soledad Marrero Senlle, Rodolfo Opazo, Valentin Piñeyro, Flor Sanchez Elia, Nahuel Vec, Nehuen Zapata, Gianluca Zonzini COMPOSICIÓN Y DIRECCIÓN MUSICAL: Valentin Piñeyro ENTRENAMIENTO DE MOVIMIENTO: Rodolfo Opazo DISEÑO DE MAQUILLAJE Y MÁSCARAS: Emanuel Nem ASISTENCIA DE MAQUILLAJE: Jimena Mejuto ASESORÍA DE VESTUARIO: Endi Ruiz ASESORÍA TEÓRICA: Pedro Yagüe / Santiago Azzati REGISTRO Y DOCUMENTACIÓN AUDIOVISUAL: Yasmin Reguero / Magali Matilla / Daniela Horovitz / ORGIE / Purnima Foto DISEÑO GRAFICO: Julián Dubié EDICIÓN DE VIDEO: Tomás Deías Spreng ASISTENCIA DE DIRECCIÓN: Sofia D'Amelio PRODUCCIÓN: Madriguera DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: Silvio Lang TEXTOS: Roberto Jacoby y Syd Krochmalny

Creación de #ORGIE ( Organización Grupal de Investigaciones Escénicas )

En Co-Producción con: Centro de Investigaciones Artísticas // Universidad Nacional de General Sarmiento

En producción con: Madriguera Con el apoyo de: Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires // Fábrica PERU // Sala de Máquinas

 

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