El instante sensible es un encuentro entre la obra y quien la mira. Esa obra, puede ser una materia suspendida en el tiempo que convoca todos los tiempos cada vez: el objeto. O un cuerpo, que de forma rotunda establece parámetros de presencia sobre lo no mismo. El pasaje de la obra plástica a la notación en danza, a la creación misma de un sistema de escritura para-con dicha práctica, corrobora que a cada práctica le corresponden sus escrituras. Y, que de cada práctica de escritura emerge una forma de concebir el cuerpo, de posicionar el tiempo y diseñar el espacio, puede, por tanto ser una iteración con lo mismo (sobre lo no mismo). El ojo, la mente, el cuerpo, se llenan de su objeto en-ante la obra. Existen símbolos que anticipan la danza, pero que, espejan sus posibilidades, definen sus parámetros, com-ponen la improvisación. Los objetos suscitan la afección. La danza es producida ante el objeto. La convivencia es definitiva, incluso muy disonante. Incluso invisible a los ojos que, en verdad, la están mirando. Objeto-Cuerpo, sala de museo-danza, archivo-escritura…