Newsletter

Lunes, 12 Junio 2017 20:35

En Convivencia DoceVeinticuatro - Segunda Cuadernos de Danza // SEMANA 2

Escrito por Rocío Vaccaro y Vesna Brzovic.

 

 

Texto realizado por Rocío Vaccaro  para “HAZ HOMBRO”, seminario coordinado por Lucía Disalvo, en el marco de la segunda edición del programa de entrenamiento escénico 12/24.

Hazhombro o el encontrarse con una danza inesperada.

Llego a la puerta llena de stickers (trash), me recibe Marcio y me muestra el lugar. Es muy amplio, hay muchos pasillos y varios espacios. Me cuenta que era una fábrica de jeans, de ahí su nombre, y me presenta al gato blanco, también llamado Perú. Nos reímos. Marcio argumenta; “si, somos muy básicos”.  Perú está comiendo, así que no lo saludo para no molestarlo y me dirijo al salón de escénicas.

Entro al salón y me doy cuenta que tiene dos puertas, el acceso regular al espacio y otra en el medio del salón, parece una pared. No sé hacia dónde va. El piso es negro, las paredes blancas, y los techos altos. Hoy no hace tanto frío, pero en la sala sí lo hace. Me pregunto cómo lograremos calentar todo este espacio. Somos tres cuerpos más Lucía que se acerca y me saluda, ya sabe quién soy, está contenta y muy interesada en mi registro. Charlamos brevemente para introducirnos en el tema. Los otros dos participantes no dicen mucho. De alguna manera se vislumbra que en algún momento el trabajo será solo entre ella y yo.

La primera propuesta consiste en despertar el cuerpo, desperezarnos. Desperezar nuestros cuerpos y el espacio. Desmenuzar la técnica del desperezo. Sí, descubrimos que tiene una técnica: empujar, alejar y respirar. ¿O era empujar, oponer, respirar? Lucía sabe.

Un poco más despiertos nos agrupamos de a dos para abordar nuestros volúmenes. Cierro los ojos, mi compañero toma volumen por volumen todo mi cuerpo. La entrada en calor se efectiviza, y pienso, no hay mejor forma de entrar en calor que mediando contacto con el otro. Me alegra que nuestra tarea, la danza, nos permite tener contacto con otras corporalidades tan regularmente. Una vez voluminizados de a dos debemos separarnos y cada uno hacerse cargo de su propio volumen y comenzar a trasladarlo por el espacio, que es un volumen más. Volúmenes dentro de volúmenes. Consciencia del peso, de lo que contiene la piel.

Lucía, que es chiquita y muy liviana, nos cuenta qué haces tres meses fue mamá de Eloísa y que sólo con ella en su útero supo lo que es pesar. El volumen de Lucía contenía el volumen de Eloísa y juntas bailaban. Un cuerpo dentro de otro cuerpo. Ahora la tarea consiste en intentar ocupar, usurpar, o compartir, el volumen del otro. Es un juego de contraposiciones, que me pregunto si realmente será posible. Hay piernas y brazos por todos lados. Las posibilidades se amplían, los cuerpos se aplastan, se sostienen, se superponen, se invierten, hay equilibrios, balances, empujes, bastante sudor, y muchas endorfinas. No sabemos si lo logramos, pero lo que sí, fue muy divertido.

Para registrar el trabajo Lucía nos propone dibujar. La consigna es dibujar volúmenes, cuerpos sobre cuerpos y el salón visto desde arriba. Luego hacemos un dibujo entre los cuatro. Ahí nos conocemos un poquito más y estando los cuatro juntos sentados en una esquina del salón este se agranda. Cada vez es más grande, resulta más difícil abarcarlo.Se acerca el final del encuentro y para celebrarlo habrá que realizar una danza final.

Suena la música, ya no la recuerdo. Se repite todo lo trabajado en versión compacta y efectiva: el desperezo, despertar el espacio y despertarse, la conciencia del volumen y el peso, el contacto con los compañeros, bailar, el dibujo..

Lucía está bailando con los cuatro como si fuera una más, que lo es, pero yo no puedo olvidar la jerarquía; “ella es la profe”. Lucía aplana la jerarquías bailando, se te mete entre las piernas y la danza y barre todo rol, barre varias cosas. Cerramos el encuentro con unos mates y la propuesta de al otro día llevar gorritos para combatir el frío. Me voy muy contenta de mí ser bailarín y los seres bailarines del mundo.

Siguiente día. Cuando abro la puerta del salón me encuentro a Lucía con Perú en la panza y un gorrito naranja en la cabeza. Que placer. Saco mi gorrito, que es violeta y me lo pongo. Este día seremos sólo ella y yo, lo cual, pareciera que simplifica las cosas, pero no. Ahora las variables son infinitas. Lucía tiene varias propuestas y en su manera de aplanar las jerarquías me pide que yo colabore manifestando mis deseos. Hay una intención en Lucía de incluir el texto y el hecho del registro que tendré que hacer, en la experiencia misma. Se empieza a trazar un límite muy borroso entre vivir la experiencia y escribir el registro.

Como el día anterior trabajamos volúmenes, este día trabajaremos la mirada. Primero mi mirada sobre Lucia, mostrándome los ejercicios, la mirada de mi celular, filmándola. Y la mirada de Perú, que ahora está sobre mis piernas, ¡Sí!  me tocó!. Luego del momento expositivo de Lucia hacia la cámara entro al espacio para trabajar un ejercicio de caminatas que ella aprendió en México. Es un ejercicio de capas, de proceso y progreso. Hay adentro y afuera, cuando estás afuera podes observar libremente (o no), cuando estás adentro tenés que sostener la mirada del compañero.

Sólo estamos ella y yo caminando/bailando, sin saber del correr del tiempo, ya que no hay nadie ni nada controlandonos. Trabajamos bordes, límites, cruces, ritmos, encuentros, desencuentros e indiferencias. Apoyos y soportes, de a dos y solas. El piso a veces es pared y la pared a veces es piso, nuestros gorritos se caen al espacio y luego al borde del mismo, la puerta del medio en varias oportunidades será marco para salir del juego un rato, descansar y volver a entrar. Caminamos, corremos, deslizamos, y resbalamos. Nos conocemos bailando.

Cerramos el encuentro, sinceramente no sabiendo qué sucederá al otro día. Lucia me dice que, si quiero traer algo, lo haga. Cuando decido irme Marcio está regresando de hacer un trámite, trae un equipo de sonido entre sus brazos. Estamos en el pasillo de la entrada y me pide que le abra una puerta, la abro y me asombro; es el salón. Claro que si, esta es la puerta que no sabía hacia donde dirigía. Es algo bastante tonto, pero quienes bailan y lean esto tal vez me entiendan: aún estoy con los poros muy abiertos y la percepción medio corrida por la danza. El cambio de perspectiva me flashea, veo el salón casi como si aún no lo hubiera visto. Marcio deja el sonido, regresa y me despide. Como todos los días, nos reímos.

Llega el tercer y último día. Hace bastante frío y el cuerpo ya está un poco resentido. Hoy algunas cosas son un poco más concretas. Los gorritos son vestuario, el registro no es sólo mi experiencia, y yo traje mi aporte, sé que música voy a poner. Con Lucía ya nos conocimos un poco más, hablando y bailando y comienza a aparecer la confianza. Hoy, no sabemos cómo, pero sucederá la creación.

Decidimos que Lucía va a entrar al espacio escénico y que yo sólo voy a observar, desde un lugar activo y con mi tarea de registro. Cuánto tiempo estará Lucía bailando, no sabemos, sólo tenemos el horario de finalización del taller como límite. Qué música sonará, Lucía no sabe, yo si. Voy a experimentar con ella algo de mi propio bagaje. Lo que Lucía sí sabe es alguna de las cosas que va a probar: quietud y desaceleración. Quiere darme tiempo para escribir. También quiere ser verdadera. Así es entonces que Lucía entra al espacio, con un pantalón, una campera, su gorrito y sin medias. Hace mucho frío, chiquita y descalza debe calentar todo este espacio, todo este volumen ¿lo logrará?

Camina un poco y observa, es el ejercicio de las capas y miradas, sólo que en una sola persona. Yo miro desde un almohadón con dos pulóveres, medias y gorro. Tengo estornudos y mocos. El silencio no es silencio, está el ruido del aire y el ruido de mis mocos. Pienso que es una pena, pero Lucía va tener que lograr concentrarse igual, o si fuera necesario, bailar el sonido de mis mocos.

La temporalidad está detenida. Todo sucede de a poco. Luego de un rato Lucía se ancla al piso con su mano izquierda. Pasa mucho tiempo quieta y cuando se mueve lo hace con micromovimientos. Es la desaceleración. La veo luchar contra ella misma, el frío y la concentración. Tal vez esté ansiosa, yo no lo estoy. No lo estoy porque sé que sucederá, ella lo va a lograr. Anclada en su mano izquierda parece una sirena. Sus movimientos son micros y aun así no me daría la velocidad de mi muñeca para escribir todo lo que quisiera escribir. Considero que si entrara al espacio e imitara su movimiento esa es la única forma de poder recordarlo por siempre, en la memoria de mi cuerpo. Como consuelo la filmo y saco fotos. Hace una hélice con su cabeza, en cuatro apoyos y de ahí sale disparada en una extensión y se pone de pie, de espaldas a mí. Ella no me ve, pero yo veo el filo de su rostro en un espejo. Es el momento, pongo la música. La música es un piano y algo que parecen mil violines. Es de una intensidad y una fuerza magnífica, tiene muchísimo movimiento. Cuando la escucho cierro los ojos y veo coreografías imposibles. En cambio, Lucía, está casi inmóvil, es la quietud.

Me paro, entre ella, el filo de su rostro en el espejo y yo, se forma un triángulo. La música va creciendo, Lucía tiene los puños apretados, toda la musculatura de su cuerpo está presente. Imito su tono y sus movimientos apretando el marcador de mi registro con mis dos manos cerradas como puños, como los puños de Lucía. Ella la intérprete, yo la observadora escribiente. Las dos estamos dentro de la obra, el tercer ojo no existe, pero si estuviera sería director o público ¿o será el registro?. Todo esto está sucediendo. Y con esta intensidad, este triángulo, estas presencias; el espacio se calienta.Ya no tenemos frío. Se abre paso la danza, entre la ansiedad, el volumen casi inabarcable, el sonido el aire y de mis mocos, la incertidumbre, la prueba y el error, la total y verdadera improvisación: vamos a hacer esto, no tenemos idea de lo que sucederá. Y sucede la danza inesperada. Se suelta, se libera, se deja ser, entra en su propia práctica y en la arqueología de su cuerpo, baila pasado para construir futuro. Yo que la observo veo un árbol, luego a una niña enojada, o a una intérprete de danza contemporánea, por momentos veo sólo su ropa, su economía para vestir y veo un profundo relato, una profunda poética.

Lucía se apoya en la pared y es el momento del segundo tema, el segundo experimento. Esta música es más calma, un piano, una poesía, una narración sonora de paz, de amanecer, de mañana y de flores. Todo eso lo sé yo. Ella sólo sabe que suena una nueva música, me mira desde la pared con una intensidad desafiante para luego cerrar los ojos e ir para adentro. Me sitúo enfrente de ella y una vez más construyó su tono pero esta vez no me muevo, me quedo atrapada en la observación de su danza.

Lucía apoyada en la pared comienza una serie de movimientos completamente limpios, completamente técnicos, minuciosos, acordes a la música, suaves y firmes, bellos y concretos. Es una danza preciosa. Está todo el tiempo para adentro, pero todo su cuerpo y toda ella se proyecta en todas direcciones, en todo el espacio. La sostienen la pared y las notas. Es el único elemento de color en el salón cuadrado, techos altos, paredes blancas y piso negro. Yo estoy activa pero ya no sé si soy escénica, esto ya me superó, la danza de Lucía ya abarcó todo, lo logramos. Me relajo. Se acerca el final.

La música termina, comienza otra, breve, y ahora hay silencio. Ella sale de la pared y se traslada lento, se dirige a la puerta casi pared del centro. Se apoya en la manija. Transforma la puerta-pared en puerta. ¿La abrirá? ¿Se abrirá la puerta que ayer me cambió toda la perspectiva? Lucía se apoyada en la manija, abre apenas despacito. ¿Se asombrará como yo, de hacia donde dirige esa puerta? ¿Y si esta Marció del otro lado? ¿Qué hay del otro lado?

Otro día, otro tiempo. Un salto en la perspectiva, y en el espacio-tiempo. Lucía abre la puerta, suelta la manija y avanza con un pie hacia ese otro lado. Hacia ese otro tiempo. Titubea y oscila un poco. Se afloja, se balancea y cae. La puerta se termina de abrir. Lucia desaparece, Lucía se va. La danza terminó.

Sólo queda, en el espacio de paredes blancas y piso negro, su gorrito naranja.

 


 

 

Texto realizado por Vesna Brzovic para “Una empatía performativa”, seminario coordinado por Alina Folini, en el marco de la segunda edición del programa de entrenamiento escénico 12/24.

Como una montaña de huesos.

El adentro y el afuera. Momentos en los que la intimidad se ve expuesta ahí, aunque sin muchas certezas. Entrar al espacio y después salir al mundo, conformando la dicotomía que ya a estas alturas está naturalizada.

Uno: “ Decidimos pasar un tiempo de vida acá: -ok, ¡vale un montón! ” (*)

Mis emociones puestas ahí, controladas, para no desbordarse. Aquellos miedos del pasado, haciendo eco en las paredes. “Hacelos pequeños, hacelos desaparecer”, me voy diciendo. Mi cuerpo tieso, cansado, algo enfermo. Las no ganas de encontrarme con cuerpos entrenados y prejuiciosos. Las no ganas de interactuar bajo el velo de la supuesta simpatía. Las ganas de mover el cuerpo y la energía por sobre todo lo demás.

Dos: “ La pregunta de porqué extendemos/prolongamos relaciones en el tiempo”

Esa metáfora que surge intensamente con el universo de las relaciones humanas. Y de qué manera este material puede proponer una lectura de ellas, y al mismo tiempo, una posibilidad de curarlas.

“ En la observación ya estás relacionándote con eso ”

El no entendimiento. El entendimiento. El sobre entendimiento. La lentitud y la falta de riesgo. Lo fome y lo lógico. Lo desmedido y lo inentendible. La sobrepoblación de sentido. Permanecer para poder ver/vernos: la operación vive a través de la materia de los cuerpos, los objetos, el tiempo y el espacio.

Tres: “ Las relaciones son afecciones, no son matemáticas ”

La experiencia de compartir con cuerpos divergentes, algunxs familiares, otros no. Nos encontramos, y de qué manera nos encontramos en esa experiencia de cruzarse con aquello que a cada quien nos interpela de manera diferente. La sensación de que las ideas tienen una fuerza vital que se expande en el territorio conjunto.

“Por más que dos estén haciendo cosas [juntxs], no necesariamente se relacionan”

En el tiempo y en la práctica se produce un territorio común. Y también un universo rico en dialéctica. Pues, más que lenguaje, lo que aparecen son juegos de lenguaje (**), en los que las reglas se van creando poco a poco junto con la experiencia colectiva. No son reglas como cosas fijas, ni aquellas que sientan prohibiciones. Si no más bien reglas, como condiciones que se establecen para favorecer la interacción.

“Leer la situación permite prolongar la vida”

No debiera importar quien lo dijo primero -aunque ese ego surja- y en realidad lo único que ahora importa es esa posibilidad de relación, esa latencia y ese entendimiento. Nombrar ese pasado que cada una trae y que nos condiciona de forma inevitable. Esa  diferencia que nos separa, a la vez nos une. Nos une estar ahí, compartiendo, concentradxs. Eso ya es impresionante, es un placer. ¿Cómo nos hacemos mutuamente accesibles? La respuesta viene de la situación, no del afuera. Cuando algo se activa, una relación, todo lo demás ya fue ¿y el final?: “lo sabemos todxs, unxs antes, otrxs después”.

(*) Las citas corresponden a Alina Folini, y fueron extraídas durante el Seminario [Festival 12/24, junio 2017].

(**) Wittgenstein, L. (1988) Investigaciones filosóficas (1a.ed.) Barcelona, España: Crítica.

 

TODOS LOS TEXTOS EN PALABRAS

  • Zonas de Resonancia +

    Cómo citar este artículoVargas, Vanessa (2024) Zonas de Resonancia. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 3 de Abril. IntroducciónEn 2019 tuve la oportunidad Leer más
  • La impotencia, preguntas y un abrazo +

    Cómo citar este artículoLaria, Rocío (2024) La impotencia, preguntas y un abrazo. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 1 de Abril. Escribo estas Leer más
  • 24 de marzo, 2024 +

    Cómo citar este artículoEiff, Bel (2024) 24 de marzo, 2024. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 1 de Abril. Esta vez sí que Leer más
  • Cuerpo deriva +

    Cómo citar este artículoLaria, Rocio (2024) Cuerpo deriva. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 8 de marzo. ¿Qué hay en esto de bailar Leer más
  • Estar jugado. Caer torcido +

    Cómo citar este artículoNegri, Francisco (2024) Estar jugado. Caer torcido. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 7 de marzo. Sí, invito a leer Leer más
  • Todo lo demás +

    Cómo citar este artículoAmin, Jezabel (2024) Todo lo demás. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 7 de marzo. Ya no voy a profundizar Leer más
  • Reseña de Cartografía de la fragilidad expuesta. Estrategias de diálogo con la ciudad. +

    Cómo citar este artículoLanfranco, Marina (2024) Reseña de Cartografía de la fragilidad expuesta. Estrategias de diálogo con la ciudad. Cuadernosdedanza.com.ar Leer más
  • Isadora está acá +

    Cómo citar este artículo Garaloces, Maria Paz (2024) Isadora está acá. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 26 de febrero. Vengo a darles Leer más
  • 1 de febrero, 2024 +

    Cómo citar este artículoEiff, Bel (2024) 1 de febrero, 2024. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 9 de febrero. Pasó una semana desde Leer más
  • Improvisando danzas, improvisando apuntes +

    Cómo citar este artículo. Vilar Laura y Zuain Josefina (2024) Improvisando danzas, improvisando apuntes. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 30 de enero. Leer más
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • 6
  • 7
  • 8
  • 9
  • 10
  • 11
  • 12
  • 13
  • 14
  • 15
  • 16
  • 17
  • 18
  • 19
  • 20
  • 21
  • 22

ESCRIBEN EN SEGUNDA