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Sábado, 01 Octubre 2016 18:06

Traspié

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Tropiezos, apagones imprevistos o tardíos, caídas, golpes, olvidos, interrupciones no deseadas, problemas con la escenografía y luces son algunos de los fallos que podrían afectar a las bellas artes escénicas. Aquí no se trata de eso: los movimientos son limpios y están hechos a conciencia, las interrupciones son voluntarias, las luces permanecen sin cambios durante casi toda la obra y el espacio escénico no parece exhibir una escenografía específica, al contrario: en él se acumulan, por un lado, una mesa de sonido, zapatillas, mochilas y demás efectos personales de los bailarines; en la otra punta, una montaña de sillas apiladas y una gran escalera, restos de la sala.

¿Fallaré al escribir un comentario sobre una obra de danza en la cual el error es el origen mismo de dicha obra? Si asumimos que esta escritura no está dictada por el Espíritu Santo, inevitablemente, fallará, ya que errar es humano. Los muchachos y muchachas de Sopla, es decir, el grupo llamado Los Mismos, escriben que su obra nace cuando falla, resaltando la fascinación por la simultaneidad y la ruptura como recursos creativos. Pisando entonces la cáscara de banana, voy a intentar escribir algo acerca de Sopla, para indagar acerca del error o de las fallas en la escritura y en la danza.

Uno de los puntos centrales de la propuesta parece ser la voluntad de desarmar los esquemas convencionales de la escena. El espacio y las luces no construyen un lugar para la ilusión ni para la destreza, sino parecen ser los mismos que durante un ensayo en la sala. Los intérpretes de la obra no se distancian del público adoptando roles o personajes diferenciados, distintos de los que son habitualmente: una de las directoras se presenta ante el público al comienzo y le indica a éste "siete cosas" que deberá esperar o hacer. Durante la obra los bailarines se muestran concentrados, se los ve siguiendo las frases y consignas de movimiento, comentando sus aciertos, dificultades o confusiones en cada pasada. El público, prevenido desde el comienzo, sabe que no podrá aplaudir a los bailarines al final de la obra porque están apurados y deben irse sin saludar, pero puede hacerlo cuando quiera durante la función, aunque sea en mitad de una danza, así como sacar fotos en cualquier momento.

Fallar al escribir sería querer decir algo y dar a entender otra cosa, errar el recuerdo, no ser inteligible. Ser contradictoria.

En Sopla, las expectativas del espectador son dinamitadas permanentemente: una frase de movimiento se repite múltiples veces desde el comienzo de la obra hasta que es interrumpida por la llegada tardía de una de las bailarinas, que se explaya sobre sus problemas, dispersando al grupo de intérpretes; un súbito solo trágico y teatral, cual parodia de un Drácula despechado, se choca contra las sillas apiladas en una parte del espacio inutilizada hasta entonces; el relato de las biografías de las directoras de la obra y de algunos de sus conocidos es abandonado por un bailarín o un supuesto técnico de la sala tímido e incómodo; después del final aparente, el público vuelve a ver a los bailarines en una inesperada pose cinematográfica.

El partido que parece tomar la obra es entonces el del fallo voluntario e insistente como motor de una obra que nunca comenzaría, obra entendida en un sentido convencional. La obra fallaría como tal porque Los Mismos buscan hacer estallar sus convenciones, revelando la pieza como un ensayo de movimientos, fragmentos de vida y amistad. Una historia simple, la de un grupo de bailarines que está ensayando en un teatro y que llegará tarde al cumpleaños de un amigo en común es relatada de un modo complejo, inconcluso, desordenado, inesperado.

Los errores que la escritura comparte con la danza son entre otros los relativos al concepto. Llueve y no llueve, por ejemplo.

Quizá el fallo esté en el enunciado mismo del programa de mano que describe a esta obra que falla, que inevitablemente, fallará. Sin embargo, Sopla tiene un inicio definido, enunciado como tal. Un final cerrado, congelado. Un público silencioso y atento. Bailarines experimentados. Aplausos. Humor. Es una obra con todas las letras. Es en la distancia entre el enunciado que describe el partido que toma la obra y la obra misma en donde se revela una pretensión contemporánea, la de desarmar algo que aun no se armó. O la imposible tarea de no hacer una obra mientras se hace una.

¿Se entiende?

 

Un texto para: Sopla // dirigida por: Laura Aguerreberry - Lucía Disalvo

Ficha Técnica

Intérpretes: Laura Aguerreberry | Lucía Disalvo | Laura Monge | Gaby Pastor | Omar  Possemato | Pablo Burset |Vestuario: Laura Monge | Diseño de ilumninación: Omar Possemato | Fotografía: Francisco Iurcovich | Diseño Gráfico: Pablo Burset | Asistencia General: Manon Cotte | Dirección: Laura Aguerreberry y Lucía Disalvo | Producción general: Los Mismos

Aime Pansera

Mi pasión por el teatro y una beca francesa me llevaron a licenciarme en Estudios teatrales en la Sorbonne Nouvelle y a realizar maestrías de investigación en la misma disciplina y facultad. Allí me acerqué a la danza, y fue en Barcelona donde tuve mis primeras experiencias profesionales y en la investigación escénica escribiendo y dirigiendo proyectos de teatro y movimiento. De vuelta en Buenos Aires, me especialicé en la formación de espectadores y en el desarrollo de nuevos públicos para teatro y danza. Trabajo en el ámbito de las artes y la educación y curso la maestría en Sociología de la Cultura en la Universidad de San Martín.

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