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Martes, 01 Julio 2014 15:49

Crónica de una espectadora (des)obediente

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Entramos a la sala de Café Müller con mi amiga Mailén  y lo primero que observo es que hay tres grupos de  sillas dispuestas para que el público se siente (la sala es irregular y las sillas refuerzan el concepto porque no están paralelas a las paredes). Nos sentamos cerca de la puerta. Noto que estamos de espaldas al músico que está ubicado sobre una de las esquinas (que queda incluida en la escena gracias a la disposición de las sillas) y entonces propongo cambiar de lugar. Sobre tres de las paredes (las que no tienen aberturas), sendas proyecciones. Nos vamos a sentar en nuestra nueva ubicación y nos damos cuenta de que quedamos de espaldas a una de las proyecciones. No hay un punto de vista privilegiado, concluimos con entusiasmo. Haciendo esquina con el set musical hay una mesa donde dos o tres personas trabajan sentadas frente a sus computadoras. 

Una vez que nos ubicamos, leemos las instrucciones: dicen que ingresemos un nuevo contacto a nuestros celulares y enviemos una palabra a ese número, que será proyectada en la pared y será parte de la performance. 

Los  mensajes de texto son procesados en tiempo real con el programa multimedia Isadora para ser proyectados (esto lo sabemos de antemano porque conversamos con integrantes del equipo de trabajo). Junto a las palabras de los espectadores se procesan imágenes tomadas con una cámara que (en esta oportunidad) está afuera de la situación (como un superespectador)  

Los bailarines se mueven despacio.  Veo a una persona que no sé si es espectador o protagonista,  él se va desprendiendo lentamente del grupo de asientos en el que estamos ubicadas. 

Me pregunto ¿qué escribo? No tengo ninguna restricción, sin considerar la cantidad de caracteres que caben en un mensaje de texto. Cediendo a mis hábitos de espectadora decido no escribir nada y observar. Estas son las palabras que recuerdo: 

viento – aliento – desierto – silencio – mínimo – China ataca a Kamchatka – sangre.

Mailén recuerda: 

todos – sombras –mínimo – aliento – viento - China ataca Kamchatka – sangre – cuerpos

¿Qué se nos demanda a los espectadores? Simplemente enviar una palabra. Podríamos imaginar o suponer que  debemos traducir nuestra experiencia, modificar la escena, entrar en diálogo con los performers,  compartir una síntesis como si tomáramos una foto de algo que paradójicamente está siempre cambiando ¿Podríamos también  “actualizar estado”, graffitear la pared, mandar un mensaje individualizando a otro espectador,  o cualquier otra cosa que se nos ocurra que se puede hacer con un mensaje de texto? ¿Por qué una palabra y no un mensaje? ¿Alcanzan las instrucciones para que haya interacción? ¿Nos invitan las instrucciones a crear un texto colectivo?  ¿Estas preguntas me las haría si en lugar de ser espectadora (des)obediente  hubiese participado enviando un/os mensaje/s? 

La danza me sorprende constantemente, el grupo encuentra una partitura de solos, dúos, tríos que unas veces se suceden y otras se dan en simultáneo. Hay potencia, sostén, disposición para esperar con la atención alerta cuando algo se agota. El diálogo con la música y el espacio genera movimiento, retroalimentación. Sin embargo dudo ¿Qué hacen los performers con las palabras? ¿Cómo se relacionan con ellas? ¿Las interpretan? ¿Conviven con ellas como lo hacemos a diario con las cambiantes manifestaciones del clima? ¿Truecan el todo por la parte, la luz de la proyección por la palabra? ¿Cada uno entiende la relación como quiere en el presente multiforme de la improvisación? 

Las palabras parecen flotar en la escena. Espacio,  tamaño,  ubicación, cantidad, mayúscula, minúscula, movimiento,  color  son algunas de  las variables en la proyección. Lo  que toma la cámara no lo vemos nunca,  hasta la mitad de la performance. Pero en ese momento la  mirada de la cámara toma todo el espacio. Durante unos minutos somos mirados mirando.

Un texto para: Instructivo // dirigida por: Andrea Saltiel. *Este es un texto para la función del 13 de Junio de 2014.

Ficha técnica INSTRUCTIVO 2014: Performers y creación: Ramiro Cortez, Mariela  Puyol, Federico Moreno, Valeria Polorena, Alelo Wilkinson, María Khumichel | Música en vivo: Martín Minervini | Asesoramiento software Isadora: Maximiliano Wille | Asistencia de dirección: Nora Moreno | Dirección: Andrea Saltiel | Producción: Café Müller

 

 

Cecilia Molina

Nací en Bahía Blanca, sobre el final la dictadura. Desde los ocho años practico, veo, hago danza y leo con pasión. Estudié Letras en la Universidad Nacional del Sur. Me recibí de Profesora de Danza Contemporánea en la Escuela de Danza Clásica de Bahía Blanca en la que luego trabajé como docente. Pisando los treinta viene a Buenos Aires. Sigo creando, investigando, haciendo danza. Este año comencé a cursar la maestría en Sociología de la Cultura en la Universidad de San Martín. Soy integrante del Grupo de Estudios de Danza y Performance del IDAES/UNSAM.