El protagonista se comía la pera con extremada
lentitud. Cuando el último trozo
desaparecía dentro de su ávida boca,
la cámara descendía y le enfocaba la
nuez del cuello, que subía y bajaba de
un modo obsceno.
Kurt Vonnegut – Desayuno de Campeones
Las manzanas son el indicio e hilo conductor, ya desde la espera en el patio antes de dar sala distribuidas, dos por allá, tres al alcance de la mano, unas más y se pierden por el camino que nos separa del lugar donde se realizará la obra.
Dentro de la sala hay más manzanas, leños y canastas de mimbre; dos pilotos colgados en un perchero, como un paisaje alejado en distancia y tiempo, un claro en un bosque.
"Mi máximo error: haber querido apropiarme de las formas, nada más que de las formas. Y por ello: por desprecio, por venganza, por odio porque no te dejan aullar y andar a cuatro patas por las frases de este mundo" - Alejandra Pizarnik – Diarios
La obra narra el clásico cuento que toma como un punto de partida, pero la historia es transfigurada, es dislocada, resisten los personajes –caperucita y el lobo visiblemente personificados- y el ambiente donde ocurren las secuencias, -la acción se produce dentro un espacio representado agreste-, estas referencias inmóviles –escenografía- como luego los movimientos producen los recortes, que mezclándose conforman la reinterpretación libre de la relación de una niña –que se prejuzga como inocente- y de un lobo –que a priori debería se feroz-
Entonces, una narración que se arma a partir de fragmentos, los canastos de mimbre, las manzanas, los troncos e incluso los personajes funcionan como marco para situar la historia, sólo será la base, los elementos a partir de los cuales se construirá la reescritura.
Dentro de esta deconstrucción caperucita modula sin melodía una canción que repite incansablemente de diversas maneras, formas de pronunciar las mismas palabras que la repetición distorsiona, y crea una lengua extraña, un diálogo con el lobo a partir de fonemas. La voz y no la razón del lenguaje, la enunciación y el límite para enunciar. El significante atiborrado comienza anularse, se va vaciando de contenido y muta a otra forma donde gana una significación distinta, todas esas palabras se han ido degradando y ahora tienen el sentido del contexto, de lo gutural, del entendimiento por el puro sonido.
Cuando la comunicación vuelve a la lengua, las voces de caperucita y el lobo se entrecruzan, el mismo relato es desfasado, inevitablemente las palabras de uno son el eco del otro, vuelve desde otra perspectiva la repetición, hasta que una de las voces se adelanta o la otra se alenta hasta que logran emparejarse y al unísono cuentan con idéntica cadencia el texto, pero lo interrumpen: la historia será develada más adelante, ahora no es el momento.
"...el impulso del amor, llevado hasta el extremo, es un impulso de muerte" Georges Bataille - El Erotismo
"Las imágenes se tienen frente a los ojos así como se tiene frente a los ojos a los muertos: a pesar de ello, no están ahí" Hans Belting - Antropología de la imagen
Uno al lado del otro hacen los mismos movimientos, ¿del acto sexual de hacer el amor? Pareciera que el lobo emula la frescura de caperucita roja o caperucita copia al lobo en su ferocidad, en todo caso hay una infusión de influencias. Lo cierto es que los movimientos son cada vez más intensos, aquí también la repetición, la continuidad, los muestra exhaustos en una danza que se acelera hasta el agotamiento.
Durante todo el proceso hay una idea de fin que nunca llega, que se extiende al extremo: movimientos y palabras que se agotan y vencen la resistencia de los cuerpos que trabajan cansados, extenuando así la llegada de la muerte.
La vida del lobo termina en manos de caperucita, aún lo ama. No hay atenuantes, no lo mata en legítima defensa, hay atenuantes, fue en estado de emoción violenta. Siempre hay justificación para el desborde, sobre todo a quien mata por amor, es difícil sacar el romanticismo en esta acción de asesinar, como el simple acto de terminar con la vida de otro. La pasión lo tiñe y la obra lo refleja, en estado de naturaleza lo mata por amor, por exceso, por correlato. Amor y muerte, se convierten en sinónimos.
"La vida es tan continua que nosotros la dividimos en etapas, y a una de ellas la llamamos muerte" Clarice Lispector - La pasión según GH
Caperucita no reconoce la muerte, ni al animal muerto, continúa su desenfreno que se ve reflejado en la desesperación con la que come las manzanas. Es la manzana, el fruto del pecado consumido con fruición y violencia, caperucita se atora, se hace daño. Mientras mastica, el cuerpo del lobo aún tibio, con la muerte presente en su piel peluda se cubre e intenta trascender el binomio de amor y muerte, se tapa con el brazo del animal que ya no existe frente a la intemperie de la noche.
Queda el halo de la energía ejercida del lobo y caperucita, por fin con la muerte pareciera que puede llegar el descanso y la quietud, la montaña de canastos de mimbres desparramados, la escenografía revuelta como luego de una cacería, pero esta vez no hay dentro del lobo una niña, en esta versión hay dos personas: Daniela y Gastón, que libres de las moralejas de los cuentos de hadas construyeron a partir de personajes su propia interpretación de los hechos.
Los párrafos en cursiva fueron tomados de la página de facebook de “Lobo, te amo”.
La presente reseña fue construida a partir de la obra de fecha 08/11/2015 en la sala de Arte XXI.
Fotografía que acompaña la reseña: Federico Juan Rubì
Ficha técnica:
Intérprete: Daniela Cámpora, Gastón Exequiel Sanchez /Asistente De Dirección: Noelia Meilerman /Diseño De Iluminación: Sebastián Francia/ Música: Camille Saint Saëns, Gustav Mahler, Ferdinand Fischer, Antonio Vivaldi/Gráfica: María Laura Valentini, Gastón Exequiel Sanchez / Colaboración Artística: Federico Juan Rubi/ Fotografía: Lila Dagna Woszezenczuk, Federico Perez Gelardi, Laura Molteni/Prensa: Malena Schnitzer /Idea Y Dirección: Ayelén Clavin, Gastón Exequiel Sanchez / Esta Obra Cuenta Con El Apoyo De Proyect Arte Xxi Y Espacio Roseti