Cómo citar este artículo
Eiff, Bel (2024) 24 de enero, 2024. Cuadernosdedanza.com.ar ISSN22508708. Publicado: 27 de enero.
Hoy es 24 de enero en Buenos Aires, día del primer paro general al gobierno de Javier Milei.
Anoche me fui a dormir preocupada y me levanté nerviosita, esperando no terminar el día con imágenes y recuentos de muertos. No soy la única que teme que entre en acción el nuevo protocolo antipiquetes, que considera delito los cortes de calle y avala el uso de fuerzas “no letales” para la “liberación de las vías públicas"(1).
Imaginando que los horarios de la marcha se iban a estirar, decidí que Ezequiel, mi pareja; mis amigos Nicolás y Rafa, y yo saliéramos después de almorzar. Cuando llegamos al Congreso, a eso de las tres de la tarde, el evento oficial ya había terminado. Todo había sucedido a horario y en pocas horas. Sin embargo, todavía había mucha, muchísima gente.
La entrada al Congreso estaba rodeada por un cerco de policías. Había varios más dentro del cerco, ataviados con el equipo “antidisturbios”: escudos, cascos, etc. La relación entre lxs manifestantes y lxs uniformados era de completa indiferencia, nos ignorábamos mutuamente. Por lo menos en el momento en que estuve, nadie parecía estar con ánimos de enfrentarse. Mientras pasaba por delante del cerco, escuché que una policía preguntaba a otra “hasta cuándo vamos a estar acá”.
Dimos una vuelta a la Plaza de los Dos Congresos y decidimos caminar en dirección a Plaza de Mayo, para ver quiénes estaban todavía ahí, qué hacían, cuál era el sentimiento. Lo que pude percibir fue un poco de relajo post-almuerzo, esa modorra que antecede a la siesta y también, algo similar a un triunfo. Un triunfo provisorio, un poco abstracto. Quizás sea demasiado optimista de mi parte pensar que esta cantidad de gente en la calle, que este acto de movilización colectiva vale algo o vale para algo, aunque más no sea para insuflar un poco de ánimo: no caeremos sin dar pelea.
No se vende
la patria no se vende
la patria no se vende
la patria no se ven-de
No se vende…
No he ido a muchas marchas en mi vida. Por lo general, me fastidio, no sé bien qué hacer, me aburro... Militar de este modo no es lo mío, pero en este momento lo considero necesario. Además, reconozco que caminar por la ciudad durante las movilizaciones es muy especial. Ir por el medio de la calle, el tránsito cortado, mirar las banderas, escuchar los últimos bombos, llegar a una 9 de Julio sin autos cubierta de papeles de colores, es una experiencia colectiva, emocionante. No sucede en muchos países del mundo, esto de salir a la calle, de tomar y transitar el espacio público para hacerse escuchar.
Las avenidas estaban llenas de papeles, por supuesto, y los de los obreros del vidrio, que encabezaban todas sus consignas con un gran NO, eran de muchos colores. Recordé el arcoiris de la campaña chilena de 1988 por el NO. Si en el plebiscito del 5 de octubre de ese año ganaba la opción NO, se llamaría a elecciones al año siguiente, terminando con la dictadura de Pinochet. La campaña se centraba en darle a la palabra NO una sensación de posibilidad, de futuro, su lema era “Chile, la alegría ya viene”.
En esta línea, la decisión, probablemente casual, de los obreros del vidrio de utilizar papeles de colores para imprimir sus consignas, me pareció un gesto luminoso, como si cada color gritara NO al bajón, NO a la sensación de que no hay futuro, NO al miedo, NO a la oscuridad.
Cuando llegamos a Plaza de Mayo, lamenté en voz alta haber salido tan tarde, no haber marchado en la dirección correcta, en el horario correspondiente. Mi amigo Nico me puso una mano en el hombro conteniendo un poco mi sensación de fracaso, “la próxima venimos más temprano, nos quedan cuatro años más de esto”.
PH: Bandera del NO. Chile, 1988.
